Ya ha pasado un mes desde que la Marcha del Orgullo iluminó a toda la zona rosa de la Ciudad de México.



Sin embargo, las banderitas de colores ya no inundan ni las calles de México, ni las de otras tantas ciudades del mundo. El recordatorio anual de que aún no hemos aprendido a ser lo suficientemente inclusivos ha finalizado y cada quien puede volver a lo suyo. Especialmente las 41 marcas que han fusionado sus logos con el arcoíris y que ahora esperan ansiosas el reporte de marketing, para evaluar qué tan efectivo fue el pinkwashing este año.
Pinkwashing : una hipocresía muy de moda
El “pinkwashing” o “lavado rosa” es una estrategia de marketing que consiste en asumir una supuesta posición a favor de causas relacionadas a la igualdad de género. En los ’90 fue acuñado para denunciar la hipocresía de empresas y gobiernos que utilizaron la lucha de las mujeres contra el cáncer de mama a modo de propaganda.
Con el paso del tiempo los colectivos LGBT+ adoptaron el concepto y también comenzó a difundirse el término “purplewashing” en alusión al color feminista. Esta herramienta es empleada tanto por políticos, como por empresas, que buscan mostrarse inclusivos y «cool» para concretar sus aspiraciones políticas o comerciales. Y todo parece indicar que las grandes multinacionales la van replicando cada año, logrando mimetizarse dentro de este segmento social, cada vez con mayor efectividad.



Las multinacionales como «aliados»
Aunque los carros más visibles de la marcha fueron los de multinacionales y que sus logos estuvieron por todos lados con los obsequios multicolores que distribuyeron, al final del día el discurso inclusivo no permea las estructuras empresariales o políticas.
Un ejemplo de esa superficialidad es lo que sucede con Uber, compañía que hoy se quiere hacer llamar diversa, pero que en su pasado reciente ha tenido que afrontar diversos escándalos por denuncias de acoso sexual y discriminación, que llevaron incluso a la renuncia de su director y co-fundador Travis Kalanick. El mismo fue involucrado, junto con otros ejecutivos de la empresa, en un incidente en Corea del Sur en donde había asistido a un karaoke con servicios de “acompañante”; además de filtrarse un vídeo en el que se escucha al CEO maltratar a uno de los conductores del servicio.


Lo peligroso está principalmente en la mercantilización de la marcha, que promueve el vaciamiento del significado de un día crucial en la historia de lucha de la comunidad LGBT+. Cada 28 de julio se conmemora nada más y nada menos que la violenta redada policial en un bar de New York, en la que un grupo de mujeres trans terminan siendo arrestadas. Esto motivó una serie de movilizaciones y protestas conocida como «los disturbios de Stonewall» que muchos consideran una verdadera revolución contra los prejuicios, legislaciones discriminativas y partidos políticos. Es por eso que desde hace 49 años la Marcha del Orgullo se constituye en uno de los eventos anuales más importantes para mantener la memoria, la identidad y la resistencia en un mundo que busca uniformarnos de manera globalizada, desconociendo por completo la diversidad de nuestra especie.
Esta resistencia hoy tiene que hacer frente también a esa inmensidad de empresas que dicen ser amigables y a favor de la diversidad, solo en los días que pueden incrementar sus ingresos. El resto del año no solo persiguen a sus empleados por su orientación sexual o por su ideología, sino que también los mantienen dentro de regímenes de explotación laboral, con largas jornadas de trabajo mal pagados, impidiéndoles gozar de una vida plena.
